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ZOOSEMIOTICS

Si el paradigma de la teoría evolutiva por selección natural es la adaptación de los fenotipos con mayor aptitud genética, el paradigma de la biosemiótica es la persistencia biológica de lo que posee significado.

Thomas Sebeok acuñó el término zoosemiótica en 1963 para referirse a un área de la ciencia que estudia los signos (semiología) en relación con la ciencia del comportamiento animal (etología). En consecuencia, la zoosemiótica es el estudio científico del comportamiento de señalización a través de las especies animales (Sebeok, 1968).

Aquí encontraremos imágenes zoosemióticas. Expondremos imágenes de animales descompuestos que otros animales interpretan como nidos o madrigueras de desove, siendo estos últimos exobiontes. Acuñamos aquí la expresión "exobionte", para referir a entidades exóticas ajenas al tronco común del árbol de la vida, producidas mediante ingeniería genética, robótica e infobótica. Los exobiontes serían "bioformes" artificialmente asimilados dentro las comunidades ecológicas naturales por medio de la técnica humana en reemplazo de especies nativas extintas.

Es previsible que esta suplantación suceda dentro de muy poco tiempo, un ejemplo, es el intento de suplir las poblaciones de abejas por nanodrones polinizadores. En este caso, la "estabilidad pseudoecológica" (asimilación falsamente ecológica de los nanodrones al tejido funcional ecológico) solo podrá implementarse si el exobionte drónico ha incorporado en su etología la capacidad de reconocer los significados de su entorno.

 Esta quimera sirve de reflexión para comprender la imposibilidad de sustituir un organismo por una máquina en el plexo de relaciones ecológicas. Por muy sofisticado que sea el exobionte existen múltiples razones por las cuales éste no podrá integrarse en las dinámicas de las comunidades ecológicas, produciendo con su suplantación un mayor deterioro del ecosistema.

Una de estas razones es que los exobiontes son parches que se aplican superficial y momentáneamente a relaciones coevolutivas ultra simplificadas.

¡Aquí, una flor, allá una abeja! Se dice.

Si desaparece la abeja, razona el tecnófilo, se la sustituye por un artefacto que suplirá a esta en la única función de polinizar la flor.

Lo cierto es que los organismos son holobiontes y las relaciones sinecológicas entre holobiontes se hallan mediadas por múltiples especies, por múltiples etologías. Las relaciones ecológicas no son esa caricatura hecha de flechas y nodos que se figuran los reduccionistas.

Una segunda razón, la que aquí exploramos, es que el exobionte solo posee un plan de construcción, pero no un plan de desarrollo. Tampoco posee una etología, y en consecuencia, no posee la capacidad biosemiótica de hallar significado y ser significante para el resto de su comunidad biológica. El exobionte es, en el mejor uso pragmático de la expresión, un fin por sí mismo. Fuera de la naturaleza no obedece nunca a nada natural, solo a la voz de mando que lo predispone a efectuar su suplantación (cibernética).

En definitiva, los exobiontes no actuarían más que como máquinas expoliadoras de los recursos, lejos de restablecer las relaciones ecológicas, las eliminarían por completo.

 

En la iagen que sigue hemos imaginado a partir del primer plano del cadáver de un cuervo, las moscas necrófagas que visitan el cadáver son exobiontes que, al igual que las abejas, parchan un nicho ecológico sustituyendo una única función, la de ayudar a la descomposición de los cuerpos animales.

Se trata sin duda, de una mirada más oscura que la que puede brindarse a la polinización, pero sin duda una perspectiva que nos pone en mayores aprietos.

Moscas robóticas utilizando el cadáver de un cuervo como nicho de desove.

Zoosemiótica, exobionte carroñero, 2024

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Exilio del ámbar, 2024

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